El amor es el saludo de los ángeles a los astros.
¡Qué triste está el alma cuando está triste por amor! ¡Qué
vacío tan inmenso es la ausencia del ser que llena él solo el mundo! Es verdad
que el ser amado se convierte en Dios. Se comprendería que Dios estuviera
celoso si el padre de todo no hubiese hecho evidente la creación para el alma y
el alma para el amor.
Basta una sonrisa vislumbrada bajo un sombrero de crespón
blanco con adorno de lilas, para que el alma entre en el palacio de los sueños.
Dios está detrás de todo, pero todo oculta a Dios. Las cosas
son negras, las criaturas son opacas. Amar
a un ser es hacerlo transparente.
Ciertos pensamientos son oraciones. Hay momentos en que sea cual sea la
actitud del cuerpo, el alma está de rodillas.
Los amantes separados engañan la ausencia con mil cosas
quiméricas que tienen, no obstante, su realidad. Se les impide verse, no pueden
escribirse; encuentran una multitud de medios misteriosos para escribirse. Se
envían el canto de los pájaros, el perfume de las flores, la risa de los niños,
la luz del sol, los suspiros del viento, los rayos de las estrellas, toda la
creación. ¿Y por qué no? Todas las obras
de Dios están hechas para servir al amor. El amor es lo bastante poderoso como
para dar sus mensajes a la naturaleza entera.
¡Primavera, eres una carta que yo le escribo!
El porvenir pertenece aún más a los corazones que a la
inteligencia. Amar, he aquí la única
cosa que puede ocupar y llenar la eternidad. El infinito necesita lo
inagotable.
El amor participa del alma misma. Es de la misma
naturaleza que ella. Como ella, es chispa divina; como ella, es incorruptible,
indivisible, imperecedero. Es un punto de fuego que está en nosotros, que es
inmortal e infinito, que nada puede limitar ni nada puede apagar. Arde hasta en
la médula de los huesos y se irradia hasta el fondo del cielo.
¡Amor! ¡Adoraciones! Voluptuosidades de dos espíritus que
se comprenden y de dos miradas que se penetran. ¡Vendrás a mí!, ¿no es verdad,
felicidad? ¡Paseos de dos solos en la soledad! ¡Días benditos y
resplandecientes! Algunas veces he soñado que de vez en cuando se desprendían
algunas horas de la vida de los ángeles y venían aquí abajo a penetrar en el
destino de los hombres.
Dios no puede añadir nada a la
felicidad de los que se aman más que la duración sin fin. Después de una vida de amor, de una eternidad de amor, es un
aumento, en efecto; pero acrecentar en su intensidad misma la felicidad
inefable que el amor da al alma desde este mundo resulta imposible aun a Dios.
Dios es la plenitud del cielo, el amor es la plenitud del hombre.
Miramos una estrella por dos motivos: porque es luminosa y
porque es impenetrable; pero a nuestro lado tenemos una radiación más suave y
un misterio más grande: la mujer.
Todos, sin excepción, tenemos nuestros seres respirables.
Si nos faltan, nos falta el aire y nos ahogamos. Entonces morimos. Morir por
falta de amor es terrible. ¡La asfixia del alma!
Cuando el amor ha fundido y mezclado a dos seres en una
unidad angélica y sagrada, estos seres han hallado el secreto de la vida; no
son más que los dos términos de un mismo destino, no son más que las dos alas
de un mismo espíritu.
El día en que una mujer que pasa delante de ti desprende luz al
andar, estás perdido. La amas. Ya no tienes que hacer más que una cosa: pensar
en ella tan fijamente como ella tenga que pensar en ti.
Lo que el amor empieza no puede ser terminado más que por
Dios. El amor verdadero se desespera y se encanta por un guante perdido o por
un pañuelo encontrado, y necesita la eternidad para su desinterés y para sus
esperanzas. Se compone a la vez de lo infinitamente grande y de lo
infinitamente pequeño.
Si eres piedra, sé imán; si eres planta, sé sensitiva; si
eres hombre, sé amor. Nada basta al amor. Si se tiene felicidad, se desea el
paraíso; si se tiene el paraíso, se desea el cielo.
¡Todo esto está en el amor! Aprende a encontrarlo. El amor
tiene, lo mismo que el cielo, la contemplación y, además, el deleite.
“¿Viene aún al Luxemburgo?
“No, señor”.
“En esta iglesia es donde se oye misa, ¿no es verdad?”
“No viene ya”.
“¿Vive todavía en esta casa?”.
“Se ha mudado.”
“¿Adónde ha ido a vivir?”
“No lo ha dicho”.
¡Qué cosa tan sombría es no saber dónde está la amada! El
amor tiene cosas de niño, las otras pasiones tienen pequeñeces. ¡Despreciemos
las pasiones que empequeñecen al hombre! ¡Honremos las que lo hacen niño!
Me ocurre algo extraño. ¿Sabes qué es? Estoy en la noche.
Hay un ser que, al irse, se ha llevado el cielo.
Estar echados en la misma tumba, mano con mano, y de vez
en cuando, en las tinieblas, acariciarnos suavemente un dedo; eso bastaría a mi
eternidad.
Ustedes que sufren porque aman, amen más aún. Morir de
amor es vivir. Amén. Una sombría transfiguración estrellada está mezclada a
este suplicio. Hay éxtasis en la agonía. ¡Alegría de los pájaros! Tienen el
canto porque tienen nido. El amor es una respiración celeste del aire del
paraíso. Corazones profundos, espíritus sabios, tomen la vida como Dios la ha
hecho; la vida es una larga prueba, una preparación ininteligible al destino
desconocido. Este destino, el verdadero, empieza para el hombre en el primer
peldaño del interior de la tumba. Entonces se le aparece y empieza a distinguir
el definitivo. El definitivo, piensen en esa palabra. Los vivos en el infinito;
lo definitivo no se deja ver más que por los muertos. Mientras tanto, amen y sufran,
esperen y contemplen. Desgraciado el que no
haya amado más que los cuerpos, las formas, las apariencias. La muerte se lo
arrebatará todo. Amen las almas y las volverán a encontrar.
He encontrado en la calle a un joven muy pobre que amaba.
Su sombrero era viejo, su traje gastado; tenía los codos agujereados; el agua
pasaba a través de sus zapatos y los astros a través de su alma.
¡Qué gran cosa es ser amado! ¡Y qué cosa más grande aún es
amar! El corazón se hace
heroico a fuerza de la pasión. Sólo se compone de lo más puro, sólo
se apoya en lo más grande y elevado. Un pensamiento indigno no puede crecer en
él, como una ortiga no puede germinar en un ventisquero. El alma elevada y
serena, inaccesible a las pasiones y a las locuras, las mentiras, los odios,
las vanidades, las miserias, habita en el azul del cielo y no siente ya sino
las conmociones profundas y subterráneas del destino, como las cimas de las
montañas sienten los temblores de la tierra.
“Si no hubiese quien amase, el sol se apagaría”.
Los Miserables – Les
Misérables
Carta de Marius a
Cossette. Cumbre del romanticismo decimonónico.
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