La libertad. ¡Bailemos!
La liberté. Dansons !
...¿Te acordás? ¿Bailar, amor? El mar, la mar, y los marinos saben.
–Bailar, amor. (...)
¿Así? No sé. Soy tieso como un faro, mis pies
de acantilado sólo han bordeado abismos, no saben de las olas
más que un secreto ávido quebrado en la rompiente, una vez, otra vez.
Así, amor. ¿No ves? Somos rompiente. Los brazos se aferran como algas
a las rocas, las caderas se topan, el viejo matrimonio
del agua y de la tierra.
La luna dibuja su alta alianza. Yo soy ese secreto.
Zarpemos.
La luna dibuja su alta alianza. Yo soy ese secreto.
Zarpemos.
No puedo, amor. El mar, la mar, la danza, son siempre imprevisibles
y estos primeros pasos son las mismas mentiras
que cantaba mi casa, caracol de la orilla:
partidas y retornos eternos de las olas
veranos y bandadas y estribillos y madre
procurando, afanosa, paralizar la espera.
Y mi padre volvía siempre imprevistamente. Ya no podré seguir.
Podés, amor. ¿No ves? Ya es alta mar ahora, el corazón del mundo
es quien ritma los cuerpos, y las constelaciones
y aun la costa, a lo lejos, se uniforma y se curva
y su abrazo es de olvido, maternal, y de niebla.
Ya desapareció. Cayeron ya los muros, como ropas, o redes
que levaran desnuda la verdad abisal:
tu casa me amó, amor, como lo amó a tu padre. Vos me abriste,
entré. La libertad. Bailemos. No volverás allí.
Dejame hundirme.
El viento anuncia tempestad.
Hundámonos.
Amélie-les-crayons
Le linge de nos mères
No puedo, amor, le temo a mi reflejo: es la primera vez.
Mi rincón era oscuro, los ojos de mujeres
tan sólo devolvían su propia soledad.
Siempre quise un espejo, pero nunca llegaba varón que me mostrase
más que un rostro mudo y ambiguo como el mar, que yo amaba
como a cumbre de iceberg. No hay recuerdo del cuerpo en que pueda confiar:
Podés, amor. ¿No ves cómo, al hundirnos
amarrados, girando, un barreno que apunta el centro de la tierra
toco manos y anémonas y muslos y delfines
y pecho y mantarrayas y labios y corales
y pulpos y pelos y nalgas y anguilas
y el deseo madura como perla en la concha?
Al surcarte, te beso como el agua al cadáver
del bello marinero al que algas avarientas
amarran aún al vientre galeón
hundido. ¿Quién te talló a la imagen
de su pasión, su delirio? Hemos tocado fondo. Vamos
más lejos en la noche, en la danza,
en el paso final...
en el paso final...
Leopoldo Brizuela
La Plata, Argentina, 1963
Bailaremos los cuerpos y el pasado y la infancia,
y no temerás tu desnudo reflejo espejándose en mí.
(Pour toi !)