¿Qué es el amor? ¿Un deseo, un sentimiento, un modo de vivir? Ante todo, es la aparición inesperada, sorprendente, de una persona que destaca sobre el resto del mundo.
Una súbita fascinación. En la fascinación no hay nada más que un objeto gigante en un mundo desierto. Podríamos decir que este interés, esta fijación de la atención, es aún pre-amorosa. […] El amor es despertado por algún tipo de belleza, que se va haciendo más compleja cuánto más personal es el amor.
Una súbita fascinación. En la fascinación no hay nada más que un objeto gigante en un mundo desierto. Podríamos decir que este interés, esta fijación de la atención, es aún pre-amorosa. […] El amor es despertado por algún tipo de belleza, que se va haciendo más compleja cuánto más personal es el amor.
Una persona siente que se ha alterado la estructura de su mundo por la aparición de otra. Hay una alteración de las perspectivas, una drástica selección de los intereses. […] El objeto ha aparecido. ¿Y ahora qué?
El amor implica siempre alguna actividad, algún afán por el objeto amado. La contemplación no basta. […] Ese objeto fascinante que hemos visto destacarse sobre todo el universo despierta algún tipo de deseo. ¿Qué es la belleza? —se pregunta Stendhal hablando del amor—. Es una nueva posibilidad de producirnos un deleite. Los deleites difieren en cada individuo y aun suelen ser muy opuestos: esto explica muy bien el hecho de que lo que es bello para un individuo sea feo para otro.
El amor es un deseo, pero ¿de qué? De cercanía, de comunicación, de posesión, de placer. Podría decirse que la calidad del deseo determina la calidad del amor… […] De hecho, la pregunta que debería hacerse todo enamorado para aclarar su corazón, no es <¿qué siento por esa persona?>, sino <¿qué deseo de esa persona o qué deseo hacer con esa persona?>.
Resulta que el territorio amoroso tiene dos capitales: el sexo y la ternura, y que ambas se disputan de alguna manera la prioridad, o, cuando la aventura es bienaventurada, la comparten.
En la actualidad, parece que la invención amorosa apunta hacia una relación entre dos personas que mantienen su individualidad, incluso su autonomía, pero redefiniéndose en una relación nueva. Éste es el momento de mencionar un deseo esencia de los enamorados: la reciprocidad.
El amor es una promesa de felicidad. De ahí su enorme atractivo. En el fondo, lo que todos deseamos es ser felices. Pero lo que caracteriza un tipo de amor, y a mí me parece el de mayor calidad, es aquel en que el enamorado considera que la felicidad de la persona amada es un componente esencial de la propia felicidad. Aquí se da de nuevo el descentramiento, porque el enamorado gira alrededor de dos centros, el suyo propio y el de la persona amada. <Amar es querer el bien para alguien>, dijo Aristóteles.
Según los antropólogos, establecer un vínculo emocional, por encima de la mera relación sexual, es una invención evolutiva que ha protegido a la humanidad.
¿Por qué el amor pierde el fulgor poético del inicio? ¿Por qué es tan difícil mantenerlo en situaciones de normalidad? […] La intensidad alegre, ésa es la culminación del amor.
La vida amorosa es una peculiar conversación, entablada en variados lenguajes y silencios, y, como ocurre con las buenas conversaciones, puede durar siempre, porque las respuestas animan a nuevas respuestas, en un vaivén sin término.
Todo amor es una historia. Y toda historia de amor es una gran emoción que quiere encarnarse. Un dinamismo universal que lleva al entrelazamiento de dos biografías. En el amor se unen dos personalidades, dos pasados, dos sistemas distintos de deseos y expectativas, los que pretenden unirse, aprovechando el poderoso impulso del enamoramiento. El deseo sexual puede estar en el origen del amor apasionado, pero no debemos confundirnos. Ninguna cultura lo ha hecho.
Los griegos tuvieron muchos nombres para designar los diferentes modos del amor, desde Eros, el deseo, hasta Philia, la amistad. Los polinesios tienen una palabra especial —inangaro kino— para denominar al deseo cuando va acompañado de amor romántico. En Kenia distinguen entre el deseo sexual —ashiki— y el amor —pendo—. La diferencia es clara: el deseo es genérico, mientras que el amor individualiza su objeto al máximo, porque lo ve como incomparable e insustituible. Por eso la biografía amorosa es la tensión entre un anhelo general y una circunstancia única. De ahí su complejidad.
De la misma manera que el afán de pintar o el afán de hacer música ha dado lugar a una amplia variedad de creaciones, la necesidad de saciar el deseo amoroso ha alumbrado formas muy diferentes de conseguirlo. […] El amor apasionado parece tener como gran objetivo la unión permanente con otra persona. […] Ramón Gómez de la Serna respondió con una melancolía avisada: <Amor es el deseo de hacer eterno lo pasajero>.
Morir de amor es bastante fácil, lo que al parecer resulta más difícil es vivir de amor.
…<¿se puede hacer compatible la exaltación amorosa y la vida diaria?> puede formularse de esta manera: ¿se puede hacer poesía de lo cotidiano? El romanticismo nos dijo que no. En Odas elementales, Neruda nos dice que sí. Hay una forma poética de ver la realidad, que nos libera de la rutina real. Una cebolla es siempre una cebolla, pero si la miramos bien encontraremos en ella una novedad interminable:
“Cebolla, /luminosa redoma, /pétalo a pétalo /se formó tu hermosura, /escamas de cristal te acrecentaron /y en el secreto de la tierra oscura /se redondeó tu vientre de rocío”.
Monet veía el reflejo de la luz en ellos, y eso cambia incesantemente. Algo semejante le sucedió a uno de los pensadores más influyentes de la historia moderna, Sören Kierkegaard, que escribió un libro titulado La repetición, preguntándose si era posible hacer una y otra vez las mismas cosas con el mismo fervor o con el mismo entusiasmo.
Tal vez una de las características del amor es que no se acostumbra, que ve en cada nueva aparición, acto, palabra, del ser amado un nuevo regalo. Tal vez el problema sea que el amor, que aparenta tanta actividad, se hace perezoso, pierde su capacidad inventiva y creadora en cuanto se pasa el primer hervor. La espontaneidad del amor se convierte en una trampa, porque conduce a una pasividad y una creencia en el destino.
Tenemos, pues dos raíces del amor humano, que pueden darse por separado pero que estamos intentando unificar, en una de las más colosales aventuras vividas por nuestra especie: el sexo y la ternura. Un deseo encaminado al placer se hibrida con un deseo dirigido a la felicidad de otra persona y a su cuidado. Sin duda, pueden existir los dos por separado. Puede haber un amor que sea puro deseo, y un amor que sea pura ternura. Pero cuando estamos hablando de la figura perfecta del amor romántico, erótico, de pareja, conyugal, estamos hablando de la milagrosa unión de ambos aspectos.
El problema surge porque convertimos en fin lo que sólo es un medio, o, para decirlo con más precisión, un inicio. El amor pasión es un estado inicial, que deseamos convertir en permanente. Que algo sea <inicio> significa que tiene que permanecer, pero cambiando. Una semilla germinada es el inicio del árbol. El amor es una energía que al cambiar, permanece. Lo que ocurre con frecuencia es que el estado inicial es tan intenso, tan embriagador, que desearíamos quedarnos en él. […] El amor pasión es la energía amorosa en estado puro, antes de empezar a trabajar. Es cierto que en plena exaltación se encuentra dispuesto a todo, se ofrenda, se entrega, se aniquila. […] Los amantes son capaces de abandonar cualquier cosa, se vuelven absorbentes, porque como son capaces de prescindir de todo, salvo de su amor, exigen a la persona amada una oblación semejante. Esto supone poner entre paréntesis el resto de la realidad.
¿Y no podría esa pasión convertirse en la energía para una vida amorosa, en la que la intensidad sustituyera a la excitación, la serenidad a la inquietud, la confianza a la incertidumbre? Sería prolongar el amor con las obras del amor, o, como me gusta decir, con una <poética de la acción>.
Convertir el amor pasión en vida amorosa es convertir un estado en un proyecto. Es hacerlo <diligente>, palabra que deriva del latín diligo, que significa <amar>. Hemos de volver al viejo Platón: <Amar es crear en la belleza>.
Estamos, sin duda, muy lejos de la barrera del animal en celo. Pero es en este punto donde aparece con más agudeza la gravedad del problema. Lo difícil es la invención y la realización de un proyecto. Es fácil la unificación emocional, es decir, que dos personas en un momento determinado sientan unánimes el mismo sentimiento: alegría, dolor, placer, entusiasmo, amor. Lo que es difícil es unificar dos vidas, dos caracteres, dos proyectos distintos e independientes hasta ese momento, dos comportamientos. ¿Cómo hacerlo? Sin duda, aprovechando la energía del enamoramiento. Pero el enamoramiento es loco o ciego o irresponsable, luego no está capacitado para elaborar o realizar un proyecto. A lo largo de la historia se ha intentado resolver la cuestión proponiendo proyectos elaborados, casi institucionalizados: el matrimonio, por ejemplo. Pero en la actualidad no existen esos modelos. Cada cual tiene que hacérselos a medida, en una especie de bricolaje sentimental. Todo tipo de parejas, abiertas o cerradas, homo o hetero, compartidas o exclusivas, están a su disposición. No existen normas morales claras que hagan previsibles los comportamientos. La precariedad contamina todas las relaciones, provocando una desesperanza o un fácil desistimiento. La búsqueda de la realización personal sitúa en segundo plano todas las relaciones. Cunde la idea de que nada que se haga por amor debe costar trabajo, lo que es falso; o de que nada que se haga por compromiso es compatible con el amor, lo cual lleva a no comprometerse nunca. Pese a lo cual, los humanos seguimos pensando que las relaciones amorosas son el camino más seguro a la felicidad, aunque desconfiemos de alcanzarlas. El siglo XX ha acuñado el eslogan sartriano <el infierno son los otros>, que lleva a vivir en soledad y a la defensiva.
Tal vez estemos oyendo demasiadas historias de fracasos. […] Por eso me parece importante reivindicar las vidas amorosas felices. Son complejas obras de arte dignas de admiración. La pasión amorosa se prolonga en una sabiduría amorosa, encargada de convertir en vida lo que hasta ese instante era sólo sentimiento. Se trata de un saber necesario y difícil, pero que merecería ser emprendido. Deberíamos tomarnos en serio el aprendizaje del amor.
José Antonio Marina, Extracto de Palabras de amor. Un tratado de los sentimientos a través de las más intensas cartas de amor de todos los tiempos
Ingrid
Une belle histoire
Muy hermoso tu artículo, realmente lo disfrute. Ya sabes, pones palabras exactas a ese sentimiento tan conocido pero tan universal!
ResponderBorrarSonia Rodriguez M